¿Y ahora qué? Han encañonado mi nuca, y el percutor está armado. Sin embargo, no me preocupa mi vida, no me preocupa si muero hoy o mañana, pero, aun así las lágrimas corren por mis mejillas. No me importa que me espera al otro lado, pues estoy dispuesto a pagar con cualquier moneda los pecados de mi alma miserable, me da igual servir a Dios o al diablo. Lo que de verdad temo y llena mi corazón de angustia es lo que dejo atrás. ¿Qué será de mi familia? Mi padre hace años que se fue a donde me dirijo, mi madre está enferma y ya nadie podrá conseguir remedios para calmar su dolor, pues solo queda mi hermano, un niño risueño que siempre me tomaba como ejemplo a seguir, ¿Qué camino tomará ahora que no puedo guiarle?
No obstante, hay algo más que hace latir mi corazón, algo que me aferra a la vida aunque vaya a perderla en un instante. Mi querida, ¿Dónde estarás ahora? Si pudiera pedir algo, sería volver a ver tus labios, para poder besarlos una vez más. Querría que te llegasen mis palabras y decirte que te amo por última vez, pedirte que sonrías, y agradecerte todo lo que hiciste por mí. ¿Cómo puede ser? Pensar en ti me hace sentir tan vivo a pesar de que el gatillo está siendo apretado por el dedo de la Muerte. Ya que voy a morir... Quiero morir sobre tu pecho.
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